sábado, 5 de mayo de 2007

LENGUA ASTURIANA E IDENTIDAD

Reconozco que desde que nos han puesto a la entrada y salida de los pueblos, su nombre en asturiano y castellano, los viajes se hacen mucho más divertidos. Ya no hay motivos para el aburrimiento; solamente hay que ir leyendo los topónimos de siempre, los que las gentes del lugar han pronunciado desde tiempos ancestrales, porque así lo han querido, y los nuevos, los relativamente recientes. Los primeros, los antiguos, nos descubren una historia, una forma de ser, de hablar, de un pueblo; los segundos, los recientes, nos muestran la pertinaz intención de querer cambiar, no se sabe bien con qué fin, esa forma de expresión innata que surge de las raíces de una sociedad madura que no necesita “demiurgos” dogmáticos. No es una necesidad el poner los auténticos nombres a nuestros pueblos, es una clara manifestación de lógica y justicia hacia el sentir de un pueblo, de una sociedad que, tristemente, ya está acostumbrada a que vengan a decirle lo que está bien o está mal. Ya está acostumbrada a que la intenten convencer de que Asturias empieza a existir a partir de la llegada de los hombres del Lazio, a decirle que antes de Roma aquí no había nada, era el caos, que la escasa población existente, era muda y se comunicaba por señas o bien emitían ruidos como los primates, negando todo tipo de evolución. Cómo es posible que en el siglo XXI, tengamos que escuchar y leer semejantes tropelías a un pueblo.
La variedad polimórfica de nuestra lengua asturiana, da muestras de la riqueza de la misma, que empeño en unificar, globalizar, en despersonalizar, por qué, me pregunto. En Asturias tenemos una gran ventaja sobre otros países, tenemos el castellano, lengua que hablan más de 500 millones de personas y que no voy a descubrir ahora su importancia cultural y su riqueza como tal, la cual utilizamos para comunicarnos con otras personas del mundo. Pero también tenemos nuestra lengua, la nuestra, el asturiano, menos importante cuantitativamente hablando y en la actualidad, por desgracia, cualitativamente, pero no por ello tenemos que despreciarla. Tenemos la responsabilidad de su conservación para que las generaciones futuras la conozcan, la quieran, la hablen.
Asturias tiene muchos problemas, naturalmente que sí, pero escudarse en ellos para discriminar su lengua es cerrar los ojos a una realidad. Yo no se si a todos los asturianos, su asturianidad le produce felicidad o no, desde luego al que esto escribe se la produce y mucho. El asturiano tiene, además de otras virtudes, la cualidad de que no necesita demostrar los sentimientos por su tierra constantemente, pese a quien le pese, el ser asturiano conlleva implícito su asturianidad.
La autenticidad no tenemos que imponerla a los demás, cada uno descubre por si mismo su propia identidad y la comparte si así lo cree oportuno, la disposición y la voluntariedad individual son imprescindibles para la existencia de una sociedad, para la convivencia en común de un pueblo.

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